Lo bueno que se me olvidan. Lo malo es que cada día, que pienso inevitablemente en él aunque sea unos segundos, nacen nuevos pensamientos qué esconder. De qué sirve exponerlos, de qué sirve que existan, de qué sirve que sienta algo por quien ni el saludo me devuelve.
Qué triste, qué pendeja ya sé. Reprimo en turno:
Compré las novelas de Josefina Vicens y luego vi la leyenda en tu pared. Pero a ti ni te importan esas coincidencias.
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